Conversaciones con el mar II. La primera gran derrota

Nos vemos las caras otra vez más. Ha pasado un año y de verdad... que te tenía ganas.
Te presentas más tranquilo que otras veces, sosegado. Con olas cortas y ligeras, de las que apenas generan espuma. Te muestras tranquilo y cómplice, invitándome a surcar tus aguas, que por cierto ya me conozco y con las que ya no me engañas. 
Aguas perversas y retorcidas, lo sé, pero yo fiel al recuerdo que nunca existió decido transformarlas en un recuerdo de mareas cálidas de abrazo y promesa. Mareas menos oscuras que las que alguna vez me enseñaste y que quiero desesperadamente olvidar.
Este año, como ya es costumbre, te observo desde la orilla, a escasos metros de ti pero más alejado que nunca... Y a pesar de eso y con una incongruencia magna, este año decido que te creo.
Decido y asumo.
Asumo que es difícil encontrar el momento perfecto para nadar entre tus olas, pero igualmente me reconozco a mí mismo que han sido muy felices los ratos en los que sobre ellas me revolcaba mar adentro.
Decido y espero.
Espero que llegue un día en el que todo será perfecto y que mientras ese día llega, tú y yo nos veremos así, de vez en cuando. En días más o menos largos y en noches más o menos cortas.

Que nos veremos, y eso es seguro, porque tú siempre estarás ahí, y yo nunca dejaré de venir a verte.

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