Conversaciones con el mar I. La inocencia

Llego cansado, exhausto, tras horas de abrazos y risas, de palabras de aliento que llegan por sorpresa, cuando menos se las espera y de los labios más insospechados. Me descalzo, dejando que las microconchas que componen tu arena se deslicen suaves entre mis dedos.  Camino despacio, hecho una suerte de caja de Pandora contenida de emociones y dudas, de hastío y penumbra mal disimulada, de campos de minas dispuestas a explotar en el peor y más inesperado momento.
Te miro y así estás: afable y transparente, límpido y puro. Aplacado por un fuerte viento de levante que te obliga a mostrar tu mejor cara, la de un mar perfecto.
Y no dudo, me dirijo hacia tí convencido del placer de tus aguas, a pesar de que un viento fuerte me advierte mientras levanta la arena con furia contra mi espalda. No vayas.
Deslizo los pies por la orilla, pies que limpias de esa arena que dulcemente los recubre. Entonces un frío eléctrico recorre mi cuerpo. Me amenazas.
Pero insisto. Y en tu claridad me enseñas tus cartas ocultas en forma de seres gelatinosos y bellos capaces de hacer daño al más incauto. Pero no importa, he venido a verte, a que me cuentes y me expliques. Así que me sumerjo y cubro mi cuerpo en su totalidad con tus aguas. Esas aguas frías que machacan los huesos, mientas me hallo en suspenso, rodeado de la amenaza velada de tus seres centinela.
Y al rato salgo triunfante y me siento en tu orilla, dejando que solo cuando a tí te apetezca roces mis pies y me vuelvas a robar esa arena que los recubre.
Te observo como pareces, y como ere: transparente y taimado; limpio y frío; tranquilo y amenazador. Y me marcho. 
Pero insisto y vuelvo día tras día a verte, a seguir escuchándote, a que me enseñes. Porque cuando te miro todo tu ser hace que me refleje en tus aguas. Me vuelves la mirada hacia el alma y me guías hacia las olas que traigo dentro.
Y tras días perdido en tu vorágine de mareas y corrientes, me susurras "desata el poniente y déjate de levantes. Revuélvelo todo y sácalo hacia la orilla. Que ya volverá el levante sin que lo llamemos, no es hora ahora de andar contenidos. Desata el poniente y vive". 

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